¿Dónde me había quedado? ¡Ah, si! En la coña de los perdigones. Bueno, entonces nos encontramos ya a finales del verano de los 14 tacos, es decir... Y llego la edad del pavo... bueno, la mía no fue del pavo, la mía hacia un tufo a pularda que te evacuas (¡vale! ¡Cagas!) por la pata abajo, pero así como alguno de mis amigos “de muchos posibles”, tenían la edad del “faisán dorado” y no de un vulgar “pavo”, porque sus madres ( muy fisnas todas ellas), no podían consentir que sus retoños pasaran por una edad reservada al populacho, la mía, en contraposición, era de pularda, o sea, gallina, pero con la moral mas distraída de lo habitual, en definitiva, una gallina de las que se fueron a Jericó a aprender a nadar pa follar con los patos.
¿Y por que? Pues porque el esfuerzo para pensar con el cacharrito surtió efecto y solo pensaba en tetas y culos, y claro, a fuerza de batir todos los records (si, si que lo batí, nadie a conseguido dejarse el churrito en un estado tan deplorable en la historia de la autocomplacencia, ¿que cual fue ese record? ¡Jolin! ¡15!, ¡Quince, si!). Cuando acabe ese día, lo que tenía no era mi pinglanillo, ¡era un híbrido de guindilla y pasa!
Con tamaña efervescencia de hormonas y por supuesto, vicio, y el rabanito pletórico de neuronas recién recolocadas, pues como que no estaba por la labor y ¡claro! el curso no acabo de la manera acostumbrada y a los encargados de desasnarme solo se les ocurre suspenderme 3, ¡Joder con el pifostio que se montó!
Mi regreso a la madriguera fue lo más parecido a la captura de un subversivo chileno por parte de los pinocheteros. La entrega de las temidas notas no dejaba cabo suelto alguno e intentar ocultarlas y/o modificarlas, “Misión Imposible 3: La gran cagada”. Me hubiera gustado ver como se las apañaba el guaperas del Cruise pa meterle un gol al Juez de vigilancia penitenciaria Akisako. La cuestión es que, en las mismas, (estamos en 8º de EGB) lucían, esplendorosos ellos, relucientes y en un rojo fosforescente (creo que ese color lo inventaron esa semana, justo pa joderme a mi el veranito) 3 roscos como tres soles.
El modo de entrega era muy notarial, como eso tan vistoso que se ponen en los contratos, “fehaciente”, es decir, de mano del Alcaide a mano del Juez y ¡claro!, la ostia que te metían tras la entrega de credenciales era un ostia “Higth Fidelity” u sea se, “ en estereo”. ¡Ahora que recuerdo! Lo único que yo conocía “en estereo” era las ostias a 4 manos, eso si, admirablemente acompasadas y rítmicas y ejecutadas con una maestría digna de llamarse “sinfonía de guantazos”, ¡Ni Mayu-maná, hostiarían con tanta gracia y donosura!
Tras asumir la fase “timbal”, venia la fase silenciosa, esa que transcurría desde la salida del recinto penitenciario hasta la llegada a lo que se suponía era mi morada o hábitat natural, donde, uno, confiado en que ya no le quedaba costilla alguna sin el preceptivo repaso, y tras dejar la maleta, la bolsa o lo que quedaban de ellas en el suelo, notabas un cruce de miradas y acto seguido, un tropezón fortuito de anillo del juez contra el centro de tu occipital que te dejaba en estado aletargado durante los siguientes 10 minutos.
A partir de ahí, primero, sentóme en el sofá de la salita, rascándome la perola como si me hubiese picao un mosquito vigorexico, segundo, quedome solo con cierre de puerta, tercero oigome ruidos varios, traslados de muebles, puertas y armarios que se abren y cierran, cuarto ....acojóneme, porque los ruidos partían de lo que había sido mi cubil.
En eso, entró él, después ella, después nada, después nadie, (eso también me lo copió un antecesor de la Ana Rosa Quintana para un poema gracioso), yo callao, cagao, acojonao y todo lo que se os ocurra acabado en “ao” y esta vez, sin juicio sumarísimo, sin diligencias previas, sin habeas corpus y sin recurso de amparo alguno, una miradita y un lacónico, ¡Akimeto! ¡Al comedor de dentro! Me levanto del sofá, y yo que soy un tío con mucha “educancia”, hago ademán de cederles el paso pero cortésmente, declinan pasar delante de mí, es mas, abren un pasillo y con una compenetración elogiable, sus manos tropiezan casualmente con mis orejas, dejando un pitidito la mar de afinao en mi desocupada cavidad craneal. Ahora entiendo que fue un gesto de ayuda para que el recorrido hasta el comedor fuese más llevadero y entretenido.
Y que es lo que creéis que hallé, ¿la cena?, ¡pues ni de coña!, la mesa estaba contra la pared, un camastro ocupaba el rincón, y una palangana y un orinal decoraban lo que antaño era un comedor de los de “Cuéntame como paso”, el aparador tenía, en perfecto orden, todos los libros, cuadernos, libretas, folios, bolígrafos y adminículos varios, para pasar un veranito estupendisimo de la muerte.
Solo os diré, que desde el 26 de junio al 19 de septiembre, únicamente abandone aquel comedor, en septiembre, tres días, y el tiempo suficiente para demostrar mi sapiencia y mi proverbial intelecto en los exámenes al efecto.
¿Que si aprobé? ¡Amos, no me jodas!, ¿que hubieses hecho tu? La amenaza de aplicar el Código de justicia Militar de los Abencerrajes, no era en broma y el castigo consistía en cercenar el instrumento por “do mas pecado había”, en Román Paladino, cortarme los huevos y el adlátere. ¡Ostias! ¡3 sobresalientes 3 de la afamada ganadería! “Si no apruebas te los corto”.
A partir de ahí...para la próxima entrega.
Sayonara soshite arigatou,
(Gracias y adios.)
¿Y por que? Pues porque el esfuerzo para pensar con el cacharrito surtió efecto y solo pensaba en tetas y culos, y claro, a fuerza de batir todos los records (si, si que lo batí, nadie a conseguido dejarse el churrito en un estado tan deplorable en la historia de la autocomplacencia, ¿que cual fue ese record? ¡Jolin! ¡15!, ¡Quince, si!). Cuando acabe ese día, lo que tenía no era mi pinglanillo, ¡era un híbrido de guindilla y pasa!
Con tamaña efervescencia de hormonas y por supuesto, vicio, y el rabanito pletórico de neuronas recién recolocadas, pues como que no estaba por la labor y ¡claro! el curso no acabo de la manera acostumbrada y a los encargados de desasnarme solo se les ocurre suspenderme 3, ¡Joder con el pifostio que se montó!
Mi regreso a la madriguera fue lo más parecido a la captura de un subversivo chileno por parte de los pinocheteros. La entrega de las temidas notas no dejaba cabo suelto alguno e intentar ocultarlas y/o modificarlas, “Misión Imposible 3: La gran cagada”. Me hubiera gustado ver como se las apañaba el guaperas del Cruise pa meterle un gol al Juez de vigilancia penitenciaria Akisako. La cuestión es que, en las mismas, (estamos en 8º de EGB) lucían, esplendorosos ellos, relucientes y en un rojo fosforescente (creo que ese color lo inventaron esa semana, justo pa joderme a mi el veranito) 3 roscos como tres soles.
El modo de entrega era muy notarial, como eso tan vistoso que se ponen en los contratos, “fehaciente”, es decir, de mano del Alcaide a mano del Juez y ¡claro!, la ostia que te metían tras la entrega de credenciales era un ostia “Higth Fidelity” u sea se, “ en estereo”. ¡Ahora que recuerdo! Lo único que yo conocía “en estereo” era las ostias a 4 manos, eso si, admirablemente acompasadas y rítmicas y ejecutadas con una maestría digna de llamarse “sinfonía de guantazos”, ¡Ni Mayu-maná, hostiarían con tanta gracia y donosura!
Tras asumir la fase “timbal”, venia la fase silenciosa, esa que transcurría desde la salida del recinto penitenciario hasta la llegada a lo que se suponía era mi morada o hábitat natural, donde, uno, confiado en que ya no le quedaba costilla alguna sin el preceptivo repaso, y tras dejar la maleta, la bolsa o lo que quedaban de ellas en el suelo, notabas un cruce de miradas y acto seguido, un tropezón fortuito de anillo del juez contra el centro de tu occipital que te dejaba en estado aletargado durante los siguientes 10 minutos.
A partir de ahí, primero, sentóme en el sofá de la salita, rascándome la perola como si me hubiese picao un mosquito vigorexico, segundo, quedome solo con cierre de puerta, tercero oigome ruidos varios, traslados de muebles, puertas y armarios que se abren y cierran, cuarto ....acojóneme, porque los ruidos partían de lo que había sido mi cubil.
En eso, entró él, después ella, después nada, después nadie, (eso también me lo copió un antecesor de la Ana Rosa Quintana para un poema gracioso), yo callao, cagao, acojonao y todo lo que se os ocurra acabado en “ao” y esta vez, sin juicio sumarísimo, sin diligencias previas, sin habeas corpus y sin recurso de amparo alguno, una miradita y un lacónico, ¡Akimeto! ¡Al comedor de dentro! Me levanto del sofá, y yo que soy un tío con mucha “educancia”, hago ademán de cederles el paso pero cortésmente, declinan pasar delante de mí, es mas, abren un pasillo y con una compenetración elogiable, sus manos tropiezan casualmente con mis orejas, dejando un pitidito la mar de afinao en mi desocupada cavidad craneal. Ahora entiendo que fue un gesto de ayuda para que el recorrido hasta el comedor fuese más llevadero y entretenido.
Y que es lo que creéis que hallé, ¿la cena?, ¡pues ni de coña!, la mesa estaba contra la pared, un camastro ocupaba el rincón, y una palangana y un orinal decoraban lo que antaño era un comedor de los de “Cuéntame como paso”, el aparador tenía, en perfecto orden, todos los libros, cuadernos, libretas, folios, bolígrafos y adminículos varios, para pasar un veranito estupendisimo de la muerte.
Solo os diré, que desde el 26 de junio al 19 de septiembre, únicamente abandone aquel comedor, en septiembre, tres días, y el tiempo suficiente para demostrar mi sapiencia y mi proverbial intelecto en los exámenes al efecto.
¿Que si aprobé? ¡Amos, no me jodas!, ¿que hubieses hecho tu? La amenaza de aplicar el Código de justicia Militar de los Abencerrajes, no era en broma y el castigo consistía en cercenar el instrumento por “do mas pecado había”, en Román Paladino, cortarme los huevos y el adlátere. ¡Ostias! ¡3 sobresalientes 3 de la afamada ganadería! “Si no apruebas te los corto”.
A partir de ahí...para la próxima entrega.
Sayonara soshite arigatou,
(Gracias y adios.)